Somos animales de costumbres, tanto que cada mañana repetimos sistemáticamente y de forma muy poco creativa los mismos pasos. Y lo hacemos de una forma tan precisa que parecemos máquinas. Nos despertamos adormecidos, con el sueño a cuestas y repetimos la rutina de cada mañana como implacables robots. Robots que no necesitan pensamiento creativo, generar ideas ni tomar decisiones. Lo único que necesitamos es ponernos en marcha y hacerlo a la hora justa. Y así es como poco a poco nos vamos despertando, activando y preparándonos para lo que vendrá más tarde. Lo podemos hacer gracias a que sabemos con total precisión donde tenemos cada objeto: los zapatos, el despertador, el cepillo de dientes o la tostadora. Casi lo podríamos hacer a oscuras. Sólo hay que aplicar la rutina de cada mañana con precisión y nos acabaremos convirtiendo en alguien presentable.

Y es que la rutina está muy bien, es muy útil. Cuando va acompañada de orden está aliada con la eficiencia. Si tenéis niños ya sabéis que a la mayoría les gusta las rutinas, las siguen y les ayuda a diferenciar lo extraordinario de lo cotidiano. Las rutinas hacen que ellos tengan muy claro cuando un acontecimiento es especial o si por el contrario responde a la normalidad de la vida diaria. Las rutinas o mejor dicho, la ausencia de rutinas, hace que se les despierten todos los sentidos y se pongan en guardia ante lo extraordinario. Hace que abran todos los sentidos al máximo, que hagan nuevas preguntas, nuevos aprendizajes, nuevas construcciones mentales.

Pero, ¿y que pasa con los adultos? ¿Cómo es nuestro día a día profesional?

Cómo son nuestros entornos de trabajo

Bien, amigos míos, que nadie se me enfade pero a menudo las empresas son una máquina de destrucción de creatividad. Maquinarias perfectas para imponer rutinas, horarios, normas, límites, costumbres, hábitos, rigidez y resistencia. Maquinarias implacables para abortar la sorpresa, el aprendizaje. Y todo esto también es muy útil, es lo que permite que muchos procesos funcionen como un reloj. Necesitamos normas y rutinas para poder llevar a cabo nuestra tarea. Las empresas necesitan establecer sistemáticas de trabajo para que las cosas funcionen de forma estandarizada y con un nivel de resultado digamos esperable.

El problema empieza cuando lo que necesitamos no es rutina sino creatividad y liderar el cambio. Cuando, igual que los niños, lo que necesitamos es activar los sentidos y la receptividad. Hacer nuevas conexiones mentales, generar nuevas ideas y cambiar los enfoques. Aquí ya la cosa cambia, ¿cómo lo hacemos pasar por el filtro de nuestras rutinas? Igual que los niños nuestros equipos de trabajo también necesitan rutinas, sí. Pero también es crítico mezclar la rutina y lo esperable con estímulos que despierten los sentidos y nos activen las neuronas.

A ver, de los que estáis leyendo esto; cuántos habéis estado alguna vez en una sala de reuniones amueblada en tonos grises con un cañón proyector, un rotafolio, una pantalla y/o una pizarra?
Seguro que muchos habéis asistido a la típica reunión para sacar ideas en la cual los participantes se miran las caras y la libreta en blanco esperando que se haga la hora. Y seguro que muchos habéis tenido ideas mientras practicabais deporte o hacíais cualquier otro actividad nada relacionada con vuestro trabajo.
Y es que la parte creativa de nuestro cerebro no funciona a demanda, no es una máquina que podamos someter a rutinas tan fácilmente. Podemos ponerlo en modo repetitivo pero no en modo repetitivo y creativo, esto ya es mucho más complicado.

Haz cosas diferentes para generar ideas diferentes

Hay muchas formas de crear estímulos, empezando por el mobiliario o los colores para poner ejemplos muy simples. Pero ¿porqué no salir de las instalaciones propias e ir a otros lugares? Porque no sacar las referencias habituales de tu puesto de trabajo e ir a lugares totalmente ajenos? Es en estos lugares donde podremos crear con más facilidad y dónde estableceremos nuevas conexiones sorpresivas. Será en estas situaciones donde podremos hacer que compañeros que normalmente no tienen ninguna relación puedan interactuar y a saber qué saldrá, ¡quizás la última idea genial! Quizás una mejor y más fluida colaboración. Para una organización es estratégico hacer que su gente se inspire y tenga nuevas ideas a cada paso, ideas que pueden volver a la organización en forma de nueva oportunidad.

Haz la prueba, la próxima reunión de trabajo salid de la empresa. Vais a un lugar que no tenga nada que ver con vosotros. Incluso os puede ir bien hacer conexiones con la simbología del lugar al que vayáis. Por ejemplo, un entorno deportivo puede inspirar ideas conectadas con los valores del deporte. O un entorno histórico os puede generar conexiones relacionadas con la trascendencia o la calidad. Podéis buscar espacios que tengan un contenido cultural. O que simplemente estén amueblados a la antigua. Seguro que cerca vuestro hay algún espacio que os puede servir, ¿porqué no probarlo? ¿que es lo peor que puede pasar?

Romper la rutina para vivir lo extraordinario, ¡esta es la clave!

Foto de Aleksander Naug en Unsplash