Hoy me han pedido una pequeña colaboración en un artículo sobre comunicación política. Básicamente lo que se me pide es que dé mi opinión sobre qué implica para los candidatos el hecho de estar presentes en las redes sociales.
Hace tiempo que vengo siguiendo en twitter las cuentas de algunos políticos, unos locales, otros no. Si te interesa, tengo una lista montada que puedes consultar. No están todos los que son, no es un nada representativo. Lo único que les une es el hecho de estar en mi lista.
Vengo fijándome en qué dicen, cómo lo dicen, a quién se dirigen (unos a su parroquia, otros a todo el mundo) y también si atufan a ausentes. Y es que hay casos en los que tiene toda la pinta que no son ellos los que tuitean.
Cuando me han pedido pues la colaboración para el artículo no he podido evitar acordarme de los recientes «casos» de jaleo con gente famosa o simplemente popular. Parece que a veces en twitter hay ganas de meterle caña a cualquiera que sea mínimamente famoso y que pegue un resbalón como el más común de los mortales. Y ahí no perdonamos. En cuanto hay un resquicio para la ridiculización ahí que va el gentío a ahondar en las heridas, a hacer más evidente lo ya expuesto.
Por poner algunos ejemplos, la polémica que se organizó con Pérez-Reverte cuando dijo que Moratinos era un mierda. El mismo Pérez-Reverte se apuntó al festival con mucho sentido del humor, todo sea dicho, tuiteando sobre ese tema. Tal ha sido el volumen del cachondeo que se organizó una web con sus #perezrevertefacts.
Recientemente hemos visto también el desafortunado mensaje de David Bisbal, de viaje por Egipto y al que no se le ocurrió otra cosa que lanzar el siguiente mensaje:
Bisbal, con más de un millón de seguidores, tuvo que ver cómo se le echaba encima un chaparrón de mensajes haciendo mofa sobre su comentario a través de la etiqueta #turismobisbal.
Este fin de semana todavía tuvimos otro episodio más en twitter con Jordi González de protagonista. Ante un mensaje que calificaba su programa como telebasura la respuesta de Jordi fue esta otra:
Jordi González se disculpó a los pocos minutos a su manera (@chicadelatele lo ha contado al detalle), pero el lío ya estaba formado. Y curiosamente, en los días siguientes a este comentario su cuenta ha experimentado un crecimiento por encima de lo habitual:
Twitter, igual que cualquier otro patio, no es más que lo que nosotros queremos que sea. O sea, es como nosotros. La semana pasada el gran Amela observaba la gran paradoja que se produce entre nosotros y la tele. Decía Amela, «todos decimos ser mejor que lo que sale en la tele. Pero si todos somos mejores que la tele, ¿porqué la tele es tan mala como decimos que es? » Algo parecido irá pasando en twitter. El otro día Dolors Reig también hablaba de esto en su blog. Pasada la etapa de los early adopters las redes sociales se irán pareciendo cada vez más a como somos en conjunto en la vida real.
Internet da unas herramientas formidables que permiten al personal organizarse alrededor de cualquier idea con una efectividad que hace palidecer a cualquier organización formal. Ahora tenemos unos micrófonos gigantes desde los que vociferar cualquier cosa que nos apetezca, razonada o no. Y los famosos no pueden ser ajenos a este hecho. Retirados los decorados y apagadas las luces que nos encandilan quedan al descubierto las miserias humanas de cualquiera, sea quien sea.
En las redes sociales sé tú mismo. Lo repetimos como un mantra. Y eso es lo que les sucede a algunos, sencilla y llanamente son ellos mismos. La única diferencia es que ahora, al otro lado, el personal puede organizarse y echar a los leones al mismo que ayer encumbraba.
Foto en flickr de Pablo Venegas