[Artículo publicado el 19/6/20 en el Indicador de Economia]

Ahora que hemos entrado en esta tercera y extraña fase de salida de la pandemia es un buen momento para tomar perspectiva del reto que tenemos por delante. La humanidad se encuentra ahora mismo en un punto que puede ser de inflexión o de no retorno. De nosotros, los humanos, depende que la moneda caiga de un lado o del otro.

En primera instancia, tenemos que curar las heridas y desgarros que ha dejado este primer brote esperando que no tengamos que sufrir más. Son miles las familias que han tenido que llorar a sus familiares y no nos podemos permitir otra sacudida como la que hemos sufrido. Si es que debe haber nuevos brotes, esta vez por favor que nos coja mejor preparados. Ahora ya sabemos de sobra cuál es el grado de gravedad y rapidez de contagio. Sabemos cuáles son las medidas que todos debemos tomar y de sobra cómo debemos comportarnos. Hasta que no haya un tratamiento o una vacuna para la COVID19 tendremos que estar muy alerta y preparados para reaccionar rápidamente.

Pero a la vez tenemos una crisis económica de dimensiones imprevisibles. Nadie sabe a ciencia cierta si la salida será en forma de V, de raíz cuadrada o vete a saber de qué. Hemos tenido la economía en pausa, como el que para una canción en el reproductor, pero ponerla en marcha no es tan sencillo como pararlo todo. Costará, y mucho, recuperarnos de esta sacudida. Hay que pensar a corto plazo cómo vamos a salir, cómo podemos hacer para poner en marcha cada pequeño negocio que tuvo que bajar la persiana. Aquí sí que no nos podemos permitir dejar a nadie atrás. Es muy importante la gran empresa que genera mucho empleo pero también lo son los pequeños comercios de barrio, los autónomos y todas las pymes. De su salvación depende totalmente nuestra capacidad de maniobra y reactivación. Con el nivel de endeudamiento que ya tenemos si se reducen los ingresos fiscales el colapso es una amenaza muy real. Pero a la vez ahora es el momento para diseñar el futuro que queremos. Y no me refiero a invertir más o menos dinero aquí o allá. Estoy hablando de ir preparándonos para la próxima crisis: la climática.

El modelo económico y de sociedad que veníamos disfrutando nos lleva directamente a un desastre de consecuencias devastadoras para todos nosotros. El cambio climático que hemos provocado aumenta las temperaturas de forma irreversible y es la causa última de la degradación ambiental, los desastres naturales, las grandes migraciones y la quema de bosques. El mundo tal como lo conocimos de pequeños no sobrevivirá a nosotros si no ponemos remedio. Y de hecho, ya empezamos a llegar tarde. Los científicos llevan décadas avisando y no les hacemos caso. En cada cumbre climática los plazos se van agotando y ya prácticamente estamos en tiempo de descuento.

Esta parada de la economía de casi tres meses ha llevado imágenes inéditas. Las aguas de Venecia han vuelto a ser cristalinas, el Himalaya por primera vez en 30 años se ve desde la India y Barcelona rebajó su nivel de CO2 un 75%. Señales que nos dicen que todavía hay una brizna de esperanza para salvar el planeta. No, no es cierto que las cosas no puedan ser de otro modo. Son así porque nosotros hacemos que sean así.

Y ya de paso, ya que estamos, salvémonos a nosotros mismos. Seamos capaces de construir una nueva normalidad con menos desigualdades, más fraternal y responsable. Una nueva normalidad que ponga a nosotros, las personas, en el centro. Una nueva normalidad que no ponga el foco en crecer de forma no sostenible y sí en hacernos la vida más amable. El mundo tal como lo tenemos organizado está muy desordenado. Necesitamos salvar el planeta para las siguientes generaciones. Pero también necesitamos vivir nuestras vidas de otra manera. Ahora que podemos salir a la calle hay mucha gente que se ha dado cuenta cómo de diferente podría el mundo laboral. Como de fácil sería ponerles las cosas un poco más de cara y poder vivir un poco mejor, con más armonía.

Construir otro mundo en el que valga la pena vivir todavía es posible y hacerlo está en nuestras manos.

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