[Artículo publicado el 8/11/2021 en el Indicador d’Economia]

La pandemia nos ha dejado una retahíla de cambios en nuestro día a día en el trabajo. Más allá de las mascarillas, las formaciones online, reuniones para videollamada y congresos virtuales forman parte ya del paisaje habitual. Eso por no hablar del teletrabajo. Algunas empresas han aprovechado para realizar un cambio definitivo y abrazar el trabajo en remoto. Otros, todo lo contrario, ya han hecho volver a todo el mundo al centro de trabajo. Y muchas están eligiendo, de momento, un modelo híbrido que busca satisfacer a todas las partes. Pero, ¿qué podemos esperar a partir de ahí?

Un reciente estudio de Gartner prevé que en 2024, y en Estados Unidos, sólo el 25% de las reuniones serán presenciales. El resto, totalmente online. Otro estudio, también de Gartner, indica que el 74% de empresas adoptará el teletrabajo de forma permanente para algunos de sus empleados. Esto, de nuevo, en Estados Unidos. Aquí posiblemente tardemos un poco más en adoptar los cambios, pero esto ya es irreversible, incluso por un tema de competitividad de costes. Este trabajo desde casa se soporta sobre nuevos sistemas de trabajo y los encuentros del mundo físico vienen sustituidos por reuniones en diferentes formatos, pero siempre con una pantalla de por medio.

Sin embargo, tanta vida online a menudo no es vida. Se habla hace meses de la «fatiga por Zoom», un fenómeno que todos hemos sufrido. Por cierto, se le ha bautizado con Zoom como plataforma líder en videoconferencia que es, pero ocurre exactamente lo mismo con Teams, Meet, Webex, Jitsi o la que sea.

Y es que la conexión continuada con otras personas a través de la pantalla tiene varias contrapartidas. La reconocida revista sobre psicología Techology, Mind and Behaviour ya hablaba hace unos meses de los problemas que puede acarrear la intensidad de comunicación a través de una pantalla. Ante todo, el intenso contacto visual que se produce no es natural. Ni eso ni el tamaño de las caras. En una reunión física vamos cambiando los puntos de mira, tomamos notas o hacemos lo que sea. En un encuentro digital, no. Nos estamos mirando y escudriñando continuamente. Mientras no cambien las plataformas, una solución es rebajar el tamaño de la ventana para que las caras sean más naturales.

Segundo, verse continuamente en la pantalla tampoco es demasiado natural, es como estar todo el día frente a un espejo. Sería mucho más recomendable desactivar nuestra vista si lo único que queremos es enviar la señal de vídeo para el resto.

No menos importante, los procesos cognitivos mejoran si estamos en movimiento. Esto en Apple lo conocían bien, eran famosos los paseos de Steve Jobs para ayudar a pensar o tener una conversación. En cambio, cuando estamos clavados en la silla una hora tras otra, esto se pierde y nuestro cerebro no fluye de la misma manera. Igualmente, la persona que debe comunicar ve su espacio limitado en el ángulo de la cámara, lo que limita radicalmente los movimientos y gesticulaciones necesarios en una presentación. Veremos en el futuro nuevos espacios ya diseñados específicamente para mermar estos efectos. Por ejemplo, algunas de las mejores escuelas de negocio han preparado ya fantásticos espacios donde el profesor tiene total libertad de movimientos.

Por último, la carga cognitiva en las conexiones por vídeo es mucho más alta. En un encuentro físico la comunicación no verbal es bastante natural, todos nosotros realizamos una serie de gesticulaciones de forma no consciente. Pero cuando interviene el vídeo, sobre actuamos para enviar señales y tratar de reforzar nuestro mensaje. Añadimos de forma activa más información al mensaje, lo que acaba provocando una carga cognitiva mucho más alta y, por tanto, mucho más desgaste para todos. Ante esto debemos tratar de combinar las conexiones con minutos de sólo audio y permitir que vayamos abriendo y cerrando cámaras.

No podemos jugar a futurólogos, es un deporte de riesgo. Pero sí sabemos que en menor o mayor medida esto nos afectará, y no de forma lateral o imperceptible. Las videollamadas y reuniones digitales ya forman parte de nuestra rutina, y no desaparecerán. La comunicación a través de una pantalla es mucho más efectiva y competitiva en muchos aspectos. Pero a su vez provoca un desgaste importante a nivel visual, social, emocional y en nuestra motivación. Puede que se rebaje su intensidad, pero ahora ya hemos iniciado el pastel.

Cabe recordar, llegados a este punto, que una idea no vale nada si no sabemos comunicarla. Los cambios de hábitos conllevan adaptación y no siempre se acierta a la primera. Habrá que poner un añadido de atención a todo ello, no dejando a la improvisación de cada uno cómo gestionamos los encuentros en digital.

Foto destacada de Chris Montgomery en Unsplash