[Artículo publicado el 8/10/2021 en el Indicador d’Economia]

Están entre nosotros, mezclados entre la gente normal. Hacen ver que están para ayudar, para colaborar, para echar una mano siempre que hace falta. Pero no, todo es una gran farsa. En realidad han venido a llevar la contraria, a poner todo tipo de palos a las ruedas y encontrar un problema para cada solución. Me refiero a las personas que ponen las cosas difíciles. Porque, quizás no os habéis fijado nunca, pero hay dos tipos de personas. Las que ponen las cosas fáciles y las que se esfuerzan al ponerlas difíciles.

Esto, por ejemplo, se puede comprobar claramente en un viaje. Los viajes son unas ocasiones formidables para poner a prueba una amistad, la pareja o aquel compañero de trabajo tan vivaracho. Como digo, en un viaje se puede hacer la clasificación muy fácilmente. Hay gente que se adapta rápido, que es capaz de aceptar bien la decisión del grupo o que puede improvisar si se necesita. Que sabe que no puede imponer su criterio y que, por el buen funcionamiento del viaje, muchas veces es mejor evitar el conflicto. Y después están los otros, quienes van en contra del grupo constantemente. Que prueban de imponer, de manipular, condicionar y forzar las situaciones. Que si alguien propone algo que no los gusta sacarán 25 inconvenientes antes de que decir de cara, simple y llanamente, que no quieren.

En el trabajo pasa exactamente el mismo. Hay personas que entran en las reuniones con buena cara, sonrisa, conversa de ascensor y un falso compañerismo. Cómo diciendo, yo soy uno de los tuyos. Pero no, todo es falso y enseguida te puedes dar cuenta. Si se quieren cambiar los planes establecidos solo harán que recordar todo el trabajazo que se tiene que hacer, lo importante que es no desviarse de lo previsto y se centrarán en detalles en lugar de principios. Son muy capaces de boicotear cualquier proyecto, en silencio, sin hacer ruido. Sin grandes enfrentamientos ni discusiones que retumben. No, son más efectivos desde una pantalla de ordenador, o junto a la máquina del café, minando la moral poco a poco. Pidiendo atención continua, hablando a espaldas de unos y los otros. Encontrando problemas donde la mayoría solo vería el trabajo rutinario.

Y después está el otra tipo de personas, las que ponen las cosas fáciles. Son también muy fáciles de identificar. Acostumbran a ser más constantes, de esfuerzo permanente y eficaz. No se limitan a hacer lo estricto, sino que se abren a la interpretación. Entienden el cambio como parte del proceso. No escriben grandes leyes en piedra, viven en borradores permanentes. No buscan el conflicto, a pesar de que saben afirmarse cuando hace falta. Si ven algo para resolver, saben que solo es una cuestión de insistencia solucionarlo. Tienen la calma y la seguridad de quien sabe que está por encima.

Identificar bien a qué tipo de persona pertenece cada cual es fundamental para tener un equipo que funcione y no uno que vaya cómo cargando un peso pesado. Necesitamos dar más voz, más protagonismo y reconocimiento a las personas que lo ponen fácil. Que tengan más margen, más decisión y mejor posición en el organigrama. Que se sientan cómodos, como  en casa. Que sepan que sus opiniones tienen influencia y son muy consideradas. Nuestras vidas y las de nuestras organizaciones serían todas un poco mejores si en cada próxima reunión todo el mundo lo pone algo más fácil.

Quizás todos hemos sido alguna vez esa persona que todo lo ve oscuro. Puede ser. Pero también podemos cambiar. La próxima vez que estemos a punto de poner palos a las ruedas, paremos un segundo. Pensemos si hay alternativas, si esta actitud ayudará al equipo y valoremos si el silencio podría ser una mejor opción. Más silencio y menos ruido quizás es lo que necesitamos. Dejemos que las buenas voces se escuchen con más fuerza, lo necesitamos con urgencia.

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