[Artículo publicado el 7/09/2021 en el Indicador d'Economia]

En el mundo empresarial tenemos una tendencia histórica a intentar prever el futuro. A probar de acertar como nos irá en base a datos históricos, a leer las tendencias como garantía de seguridad. A diseñar planes basados en unos objetivos que, de entrada, deberían ser realistas y alcanzables. En definitiva, a minimizar el riesgo de quiebra, mirando de proteger la organización ante los imprevistos que puedan ir apareciendo. Miramos de rebajar la incertidumbre, aumentamos las probabilidades y dejamos el riesgo bajo mínimos. Que si un competidor nuevo, que si un nuevo y eficaz modelo de negocio, que si una nueva tecnología o una nueva invención. Invertimos, hacemos procedimientos, externalizamos, repetimos hasta la extenuación, conducimos, formamos, aseguramos. Lo que sea con tal de hacernos robustos, fuertes y resistentes.

Pero, ¿y si no fuera posible? ¿Y si mientras hacemos todo esto en realidad nos vamos convirtiendo cada vez en más frágiles? ¿Y si nuestros esfuerzos fueran inútiles y, precisamente, por nuestra protección lo que estamos haciendo en realidad es crear sistemas más expuestos a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden, el estrés y la incertidumbre? Esta es la idea de partida del libro Antifrágil, de Nassim Nicholas Taleb. No es un libro fácil, de lectura ocasional y fugaz. Hay, por ejemplo: filosofía, matemática o economía. De forma que me he guardado su recomendación por el inicio de curso, no fuera caso que, entre bañador y mascarilla, pasase por debajo del radar.

Según su autor, lo frágil no es lo contrario del robusto. Del mismo modo que el contrario de -1 no es 0, sino + 1 (matemáticos, disculpadme), lo contrario de frágil no es robusto, sino antifrágil. Esta, pues, nueva propiedad iría más allá del concepto de robustez. La robustez intenta permanecer igual ante los impactos. En cambio la antifragilidad se beneficia de los cambios bruscos y avanza en la incertidumbre, el azar y los elementos estresantes. Lo robusto resiste, mientras que lo antifrágil mejora ante los impactos.

En esta línea, sabemos que no podemos predecir los hechos extraordinarios que nos pueden afectar. Solo hay que pensar en cómo de sorpresa nos cogió a todos la pandemia, ¿o es que alguien estaba preparado? Ni empresas, ni ciudadanos, ni mucho menos gobernantes supimos prepararnos para algo así. Y es que es poco menos que imposible, no podemos construir sistemas a prueba de todos los riesgos posibles, es inviable.

En cambio, sí podemos crear sistemas que abracen la incertidumbre, el riesgo, el estrés y la volatilidad, justo lo contrario de lo que a menudo hacemos. En la fragilidad los errores son poco habituales pero tienen mucho impacto y son irreversibles. En la antifragilidad, el error es habitual pero reversible además de llevar mucha información para el aprendizaje y, por lo tanto, oportunidad de mejora.

La curiosidad es antifrágil, y los libros, como los cambios, la multiplican. Los Estados son frágiles, toleran muy mal el cambio repentino. Las sociedades más desburocratizadas y descentralizadas son mejor base para la prosperidad. En cambio, el sistema bancario es frágil, un pequeño grupo de ellos puede colapsar el sistema. En cambio Silicon Valley es antifrágil, por ejemplo. Los emprendedores son antifrágiles, igual que los artistas. Están acostumbrados a adaptarse constantemente al entorno para sobrevivir. Si algo no va, deben cambiar rápidamente si quieren seguir en el mercado.

Intentar protegernos, eliminar el riesgo, es como hacer que un niño no vaya nunca al parque por miedo a los accidentes. Esto aumenta, sin duda, su fragilidad. Por lo tanto, no se trata tanto de prever hasta la última coma qué puede suceder en el futuro inmediato y cómo prepararnos. Se trata más de tener capacidad adaptativa para poder sobrevivir a los futuros acontecimientos.

Los procesos de innovación dependen directamente del pensamiento antifrágil, y a su vez, la fragilidad de algunos proyectos es lo que hace que el sistema siga siendo antifrágil. En lo que nos queda de vida viviremos cambios cada vez más gordos, más rápidos y más imprevistos. De forma que será mejor que nos preparemos para lo que viene, nos expongamos menos a la fragilidad e intentemos todos ser más antifrágiles.

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