¡No es la tecnología, estúpido!

¡No es la tecnología, estúpido!

Pues no, la tecnología no es la madre de tus problemas. Y disculpa por lo de estúpido. La intención era captar tu atención, no molestarte. La tecnología no es el camino más corto hacia la innovación. Ni hacia la productividad, ni hacia la creatividad.

Tenemos una tendencia preocupante a buscar la última herramienta, la nueva tecnología que ahora sí nos va a convertir en más productivos o más innovadores. El último juguete con el que perder el tiempo mientras dejamos de preocuparnos (y ocuparnos) de lo importante. Lo vemos constantemente en todo tipo de organizaciones, es como una plaga. Parece que si estamos a la última, si nos compramos el último dispositivo, nos descargamos la más descargada aplicación o si adquirimos no sé qué tecnología ya tenemos el problema solucionado. Nos da la impresión de que así nuestra conciencia innovadora puede descansar, estamos en la tranquilizadora última onda. Porque claro, ¿qué nos pasaría si, pobres de nosotros, decidiésemos no hacerlo? ¿Cuáles son las siete plagas a las que nos veríamos castigados?

El fast-food de las soluciones tecnológicas

Buscar soluciones rápidas y, dicho sea de paso, poco dolorosas es algo muy propio de nuestro tiempo. Un tiempo cargado de prisas, urgencias y desatención. Es cierto que a los trabajadores del conocimiento nos han caído una colección de herramientas y tecnologías increíbles en los últimos pongamos diez años. Hemos vivido muchos más cambios tecnológicos en nuestro ámbito más personal y profesional que en los veinte años anteriores. Y eso es mucho decir, la velocidad del cambio está siendo muy potente y acelerada. Así que da un poco de vértigo echar la mirada atrás y ver cómo trabajábamos y nos organizábamos hace tan solo cinco o diez años. ¿Alguien se acuerda de cuando las empresas hacían planes de marketing a tres años? Viendo todo lo que hemos visto, ¿alguien se atrevería a decir cómo nos comunicaremos con los clientes dentro de tres años? Yo no.

Sin embargo lo que está muy claro es que todos estos cambios son tan solo un anuncio de lo que está por llegar. Si algo hemos podido aprender últimamente es que nos va a tocar desaprender a un ritmo veloz. No nos queda otra que estar dispuestos a cambiar nuestros hábitos más arraigados para poder sobrevivir en un entorno de adaptación exigente, voraz. Yo a veces he puesto el ejemplo de los carpinteros. Tú entras en una carpintería y verás enseguida todo tipo de utensilios y herramientas que el carpintero por supuesto domina y conoce en profundidad. Pero a nosotros nos han dado un arsenal de tecnología bestial al que no sabemos sacarle todo el provecho que debiéramos. Nos falta cultura digital, seguramente conocimientos básicos de aplicación transversal para comprender cómo todos esos juguetitos pueden ser un apoyo en lugar de un obstáculo.

El nuevo entorno hacia la innovación

Y en el tránsito a menudo lo que hacemos es simplemente dar un salto de una herramienta a otra. Como si lo nuevo fuese mejor que lo viejo por el simple hecho de serlo. Así vamos viendo capas de tecnología que se superponen una sobre otra sin sentido ni visión de conjunto. Algo que se entremezcla con otros problemas, como la histórica falta de planificación, el mínimo sentido de organización del trabajo o la gestión de la agenda. ¿Básico? Sí. Pero mi experiencia me dice que muchos profesionales, demasiados, han conseguido prosperar en su carrera sin esas habilidades mínimas.

Y eso ha servido para llegar aquí, hasta que hemos llegado a un entorno en el que la información ya no es escasa, sino que es casi excesiva. A un entorno en el que las interacciones con otras personas aumentan porque aumenta el trabajo interdependiente. A un entorno más abierto que exige mayor autogestión y enfoque a resultados. Si en este entorno no estás cómodo, si sientes que no llegas a todo y que el día a día se te come es que estás recibiendo señales del futuro. Señales que te están indicando que debes cambiar rápidamente y adaptarte para poder sobrevivir. Para poder competir en un entorno complejo como el que nos ha tocado vivir no te queda otra que espabilar.

Así que no, lamento decírtelo, pero no es la tecnología tu mayor problema. Tu mayor problema es posible que tenga que ver con la validación de tu modelo de negocio, la revisión de tu propuesta de valor, la falta de innovación y creatividad o cómo se sienten las personas de tu equipo trabajando contigo. Pero todo eso no tiene nada que ver con ninguna herramienta o tecnología digital.

Quizá, sólo quizá, debas cambiar el foco y revisar en profundidad otras áreas de tu gestión. Porque sólo así serás capaz de ver que el talento es democrático, que las buenas ideas están por todas partes y que eres tú el que debes liderar tu cambio.